Nuestros héroes.

No existe un manual para ser papá, solo existe algo, un impulso, una fuerza más allá de lo natural que levanta a nuestros padres para seguirnos ayudando, protegiendo y cuidando en todo momento. Aun y cuando ellos estén cansados, hayan llegado de trabajar todo el día o no hayan podido dormir bien, ellos se levantarán primero, para despertarnos y ser la primera persona en recibirnos.

El primer recuerdo que tengo de mi padre fue cuando yo tenía alrededor de 4 años. Lo recuerdo a él cargándome al ir a la ferretería para comprar unas cosas que necesitaba la casa y también el olor de la ferretería: madera, polvo, óxido y un poco de humedad. Recuerdo la cara sudorosa de mi padre, pero también recuerdo la sonrisa con la que llegó y saludó al ferretero.

Él siempre ha sido mi mejor amigo, mi héroe y, en muchas ocasiones, mi fuerza y ejemplo para salir adelante, seguirme esforzando y trabajar para construir una mejor familia y ayudar a los demás.



Si bien, cuando uno es pequeño no sabe muchas cosas, pero se da cuenta de que hay unas cuantas personas que darían lo que fuera por hacernos sentir bien, felices y llenos de amor. En mi caso, una de esas personas es mi papá.

Él siempre me ha empujado a tomar riesgos, a luchar y esforzarme por ayudar a los demás: hermanos, familia y amigos. Lo podría describir como un hombre duro y serio, muchas veces terco e impaciente, pero las veces que he tirado la toalla y he necesitado ayuda, siempre he confiado y sé que siempre puedo confiar en que él estará para mí y eso no tiene precio.

Al principio era muy sencillo recibir su ayuda, él era joven y fuerte, muy inteligente y capaz de hacer todo lo que se propusiera. Recuerdo muchas veces que, al ayudarle a reparar el carro, él me pedía que le llevara la caja de herramientas. Yo le decía que sí podía cargarla, que no se preocupara, pero en realidad solo quería impresionarlo. Se me terminaba cayendo la caja llena de pinzas en el pie, y aunque fuera muy necio, él siempre iba y me curaba.

Al pasar los años, los jóvenes crecemos y nos hacemos más fuertes, inteligentes, capaces de afrontar la mayoría de dificultades que nos presenta la vida por cuenta propia, pero nos olvidamos que nuestros héroes también crecen. Ya cansados de tantos inviernos gélidos y veranos infernales, algunos encorvados y otros no tanto, solo quieren tomar un respiro y recostarse un rato.

Somos capaces de hacer todo eso, por ellos, ellos que trabajan día tras día para que no nos falte nada, ellos que sacrifican sus gustos y hasta alguna que otra necesidad por consentirnos, por sacarnos esa sonrisa que ellos tanto anhelan.

Gritos, enojos, llantos, y demás. Soportan nuestras tonterías, nuestras incoherencias y las corrigen con amor y con firmeza.

Algunos pueden parecer un poco duros y sin sentimientos, pero sabemos que detrás de esas pobladas cejas y largas ojeras hay un corazón que se partiría en mil por nosotros.

Gracias a todos los papás, por hacernos hombres y mujeres firmes, de bien, llenos de principios bien cimentados, de firmeza y fortaleza, pero también de amor, cariño y empatía.

Gracias papá, por todo.


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