La palmera

 – Hijo, a veces los signos de esperanza se encuentran en los lugares menos esperados, en cosas pequeñas que para nadie tienen sentido. Pero para la persona que lo percibe, es como una gigante roja que destella en sus ojos y su ser – Le dijo el papá a su hijo, sentado en el sillón con una tasa en la mano, viendo fijamente por un pequeño hueco de la cortina.

– ¿A qué te refieres papá? – preguntó su hijo.

– Si, hijo. Una persona puede ser inspirada por un pájaro, una estrella, un amanecer o un atardecer. El sentido que le encontramos a las cosas, como nos inspira y nos anima a hacer o dar más de nosotros; o simplemente nos dibuja una sonrisa en el rostro. Como a mí. Una simple palmera me alegraba mis días de joven. 

– ¿Una palmera? ¿Cómo una palmera te va a alegrar el día? – Preguntó con curiosidad.

– Es curioso y divertido. Tal vez hasta absurdo. Mi escuela estaba repleta de palmeras, pero había una especial. Cada que visitaba un oratorio que ahí se encontraba, me sentaba en un lugar “especial” para mí. Tenía muchas ventanas alargadas detrás del altar, unas 2 o 3, no recuerdo con exactitud, porque solo me interesaba una. La ventana, otra cosa de la cual podríamos hablar, esa puerta hacía lo que me daba esperanza, le tengo un gran cariño a esa ventana. Pero lo que realmente me llenaba de paz era esa gran palmera, alta, fuerte, colorida e imponente que se elevaba enorme y parecía no tener un final. Sus grandes y alegres hojas verdes con un toque rojizo parecían el cabello de la hermosa planta. Me sentaba en ese lugar y solo la veía, venían a mi mente miles de pensamientos, pero todo era tranquilidad y alegría. Recuerdo sonreír mientras la veía. Era claro que, al estar en un ambiente como ese, en un oratorio, todo me recordaba a Dios, pero increíblemente lo que más me lo recordaba era esa palmera que se encontraba fuera de ese lugar. 

– Suena extraño papá, pero envidiable, quisiera encontrar ese “algo” que, al verlo, simplemente mi día mejore. – Respondió el joven un poco extrañado, desconcertado e iluso.

– Ojalá hijo, o tal vez ya lo encontraste, simplemente te falta abrir bien los ojos. ¡Como extraño esa palmera! – expiró – Lo que me llena de alivio es que podemos tener incontables cosas o situaciones que mejoren nuestro día. Incluso personas, como lo eres tú para mí. Pero al ver todo en retrospectiva, claro que llena de nostalgia y felicidad-tristeza recordar que hace tanto tiempo no ves ese “algo” que te hacía tan feliz o te llenaba de tanta paz. – Respondió el padre, viendo por la ventana aún, su propia palmera que había plantado en su jardín trasero.


~Dica


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